El Acueducto de Segovia es una de las obras de ingeniería civil romana mejor conservadas del mundo. Construido en el siglo I d. C. durante el mandato del emperador Trajano, su objetivo principal fue transportar el agua desde el manantial de Fuente Fría, situado a unos 17 km de distancia, hasta la ciudad amurallada de Segovia. No obstante, más allá de su función práctica, este monumento se convirtió en un símbolo de poder, técnica y armonía arquitectónica que aún hoy define el paisaje urbano de la ciudad.
Orígenes y contexto histórico
La necesidad de agua en Segovia creció con la expansión de la población y las actividades artesanales. Por eso, las autoridades romanas planificaron un trazado que aprovechaba la orografía local para mantener el flujo constante. La construcción del acueducto supuso un desafío logístico: se precisó mano de obra especializada, laboreo de miles de bloques de granito y un proyecto de canteras, caminos y puentes provisionales que hoy apenas quedan en pie.
Diseño y trazado: aprovechar la gravedad
El trazado del acueducto, casi totalmente a cielo abierto, aprovecha la pendiente natural del terreno. Cada sección de canal, pilastra y arco se calculó de forma que el agua avanzara sin necesidad de bombeo. Los 167 arcos del tramo urbano, distribuidos en dos niveles, alcanzan una altura máxima de 28,5 m en la Plaza del Azoguejo. Asimismo, los ingenieros romanos diseñaron pozos de registro y secciones reforzadas para facilitar el mantenimiento.
Técnica constructiva: granito y ensamblaje perfecto
Uno de los rasgos más llamativos del acueducto es su construcción sin mortero. Más de 24 000 bloques de granito fueron tallados con precisión para encajar por simple gravedad y tensión. Las superficies de contacto se pulieron cuidadosamente para garantizar la estanqueidad y la estabilidad. Además, se emplearon grúas rudimentarias y poleas de hierro para elevar los sillares: un proceso que evidencia la perfección técnica alcanzada por los romanos.
Integración urbana y función social
Con el paso de los siglos, el acueducto se integró al tejido urbano de Segovia. Las casas se levantaron junto a sus pilares, e incluso se adaptó como espacio comercial en algunas zonas. Durante la Edad Media, se reforzaron sus cimientos y se colgaron tuberías de madera sobre los arcos para seguir transportando agua. En el siglo XVI, Carlos V mandó restaurar varios tramos, consolidando su uso hasta finales del XIX, cuando se construyó un nuevo sistema de abastecimiento.
Conservación y restauración
En 1892, tras un incendio en la Plaza del Azoguejo, se demoleron construcciones adosadas al acueducto para preservar su estructura. Desde entonces, se han sucedido campañas de limpieza, sustitución de sillares dañados y refuerzo de cimientos. En 1992, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad, lo que intensificó los esfuerzos de conservación y la atención turística.
Legado e impacto en la ingeniería moderna
El Acueducto de Segovia ha inspirado a ingenieros y arquitectos a lo largo de la historia. Su técnica de ensamblaje sin mortero y su capacidad para aprovechar la gravedad siguen estudiándose en escuelas de ingeniería civil. Además, su silueta se ha convertido en icono de Segovia y de la permanencia del legado romano en España.
Turismo y experiencia del visitante
Hoy, recorrer el acueducto es un viaje en el tiempo. Se recomienda iniciar la visita en el Puente de los Pescadores, seguir por la cuesta de los Hoyos y llegar al monumento en la mañana para evitar multitudes. En la zona, museos y miradores ofrecen información sobre su historia y vistas panorámicas de la ciudad.